Lucas 3:21

El bautismo de Cristo, símbolo de Pentecostés.

Sin duda alguna, existe una conexión profunda y misteriosa entre el bautismo de nuestro Salvador y la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles. Son, por así decirlo, partes de la misma obra maravillosa de Dios, el pueblo cristiano salvador por el reino de los cielos. El bautismo de Cristo fue el principio, la bajada del Espíritu Santo en el día de Pentecostés fue el medio, el bautismo de cada cristiano es, en cierto sentido, parte del fin.

I. Nuestro Salvador estaba orando después de Su bautismo cuando el Espíritu Santo descendió sobre Él; así que los Apóstoles, cuando regresaron de presenciar Su ascensión, continuaron unánimes en oración y súplica, hasta que Él envió al Consolador, según Su promesa. Así como fue la misma Persona celestial quien descendió primero sobre la Cabeza y luego sobre los miembros, así había, por la providencia de Dios, una gran semejanza entre las señales externas dadas en un caso y en el otro.

II. Estas señales externas de la presencia del Santo Consolador no solo nos aseguran esa presencia, sino que también nos instruyen no poco sobre la manera y la grandeza del cambio que Él obra en nosotros. (1) Agua, por ejemplo, agua pura, que brota de la tierra o que cae del cielo por el don inmediato de Dios, que no ve que representa el poder refrescante y purificador de esa gracia divina que, viniendo directamente de Dios, purifica la mancha de nuestro corazón y nos hace fuertes y activos para guardar los mandamientos? ¿A quién no le recuerda el agua viva que el Señor ha prometido darnos, no sólo para saciar nuestra sed por el tiempo, sino para ser en nosotros "un manantial de agua que brota para vida eterna"? (2) Nuevamente, ¿qué significan las lenguas de fuego? Seguramente tenían la sustancia del fuego,

(3) ¿Qué aprendemos de la aparición del Espíritu Santo en forma de paloma? La voz del Espíritu Santo en oración, pronunciada interiormente en el corazón de un cristiano, es como los incansables tonos melancólicos de la paloma. Esta razón nos la da un gran y santo obispo, San Agustín; y agrega otra, la inocencia sencilla e inofensiva de la paloma; y otro más, su naturaleza dulce, pacífica y amorosa, por la que se convierte en la señal tanto de la verdad como de la caridad.

Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times", vol. vii., pág. 136; ver también J. Keble, Sermons from Ascension Day to Trinity, p. 176.

Referencias: Lucas 3:21 ; Lucas 3:22 . G. Brooks, Quinientos contornos, pág. 75; Revista homilética, vol. VIP. 75; vol. x., pág. 294. Lucas 3:21 . W. Hanna, La vida de nuestro Señor en la Tierra, pág. 50.

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