Lucas 7:36

I. La narración anima a los pecadores de todo nombre y grado a ir de inmediato a Cristo. De ningún modo los echará fuera. No hay historias más conmovedoras en los Evangelios que las que cuentan cómo Jesús trató a la clase de pecadores más degradada. Recuerde su conversación con la mujer de Samaria, en el pozo de Sicar. Traiga ante ustedes una vez más esa escena en el Templo, donde los escribas y fariseos arrastraron ante Él a la mujer que había sido tomada en el acto mismo del pecado.

Luego lea de nuevo esta narración, y diga si la profecía acerca de Él no fuera cierta: "La caña cascada no quebrará, el pábilo que humea no apagará". Donde el hombre no percibía ninguna promesa de éxito y se hubiera sentido tentado a renunciar al individuo como desesperado, seguiría trabajando hasta que la caña que había emitido una nota tintineara y desafinara se restaurara a su condición original, y diera su propio tono. cuota a la armonía de la alabanza de Jehová.

II. Si queremos tener éxito en resucitar a los caídos y recuperar a los abandonados, debemos estar dispuestos a tocarlos y ser tocados por ellos. En otras palabras, debemos entrar en contacto personal, cálido y amoroso con ellos. ¡Qué estímulo dio Cristo al alma de esta pobre mujer, cuando Él, el puro y santo, dejó que ella se le acercara así! Cuando el Señor quiso salvar a la raza humana, lo tocó asumiendo nuestra naturaleza, sin la contaminación de nuestra naturaleza. Así que debemos tomar la naturaleza del degradado, sin su impureza, si queremos ayudarlo.

III. Si deseamos amar mucho a Dios, debemos pensar mucho en lo que le debemos. Las visiones bajas del pecado llevan a una estimación leve de la bendición del perdón, y una estimación leve de la bendición del perdón conducirá a un poco de amor por Dios.

WM Taylor, Las parábolas de nuestro Salvador, pág. 210.

Referencias: Lucas 7:36 . Phillips Brooks, Christian World Pulpit, vol. xxxi., pág. 342; Homiletic Quarterly, vol. iv., pág. 75; AB Bruce, La formación de los doce, pág. 28; W. Hanna, La vida de nuestro Señor en la Tierra, pág. 184; Preacher's Monthly, vol. i., pág. 214; Expositor, primera serie, vol.

VIP. 214. Lucas 7:37 ; Lucas 7:38 . Homiletic Quarterly, vol. iii., pág. 129; Spurgeon, Sermons, vol. xiv., nº 801; El púlpito del mundo cristiano, vol. iii., pág. 312; E. Blencowe, Plain Sermons to a Country Congregation, vol. ii., pág. 153. Lucas 7:38 . Spurgeon, My Sermon Notes: Gospels and Hechos, pág. 90.

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