Comentario bíblico del sermón
Marco 11:27-28
I. Hay algo justo y legítimo en las palabras de los enemigos de Cristo. La idea de una revelación divina es inseparable de la idea de autoridad. Jesús para los escribas es una persona sin autoridad. Para ellos, la autoridad está totalmente en la institución sacerdotal. Ahora bien, Jesús no pertenecía a la tribu de Leví ni al linaje de Aarón. No había recibido la consagración oficial, no había exigido la investidura de la sinagoga.
Estaba sin autoridad. Cristo vivió ante sus ojos; habían podido, día tras día, observar su conducta y escudriñar sus actos. Toda su vida había sido santidad y misericordia. Los escribas vieron eso y no los conmovió. No era una cuestión para ellos conocer las obras de santidad realizadas por Cristo, sino en virtud de la autoridad que Él las hizo. La santidad, la justicia y la misericordia pueden arder con un brillo sobrehumano, pueden inspirar una enseñanza sublime, pueden producir obras magníficas, todo será nada; en lugar de eso, preferirán un pergamino de la sinagoga que confiera a su poseedor todos los derechos de autoridad.
II. Una gran enseñanza surge de esta escena. No pongamos nunca las cuestiones de jerarquía y de Iglesia por encima de la verdad. Esa es una estrechez miserable que debemos tener en aborrecimiento. El espíritu sectario no es peculiar de las sectas pequeñas, como se cree con demasiada facilidad. Quizás en ningún lugar crece y se desarrolla con más intensidad y de manera más inconsciente que al amparo de grandes instituciones y tradiciones ancestrales.
Hay un momento en el que se convierte en delito; es cuando cierra los ojos a la luz, es cuando juzga con orgullo desdeñoso todo lo que se hace fuera de sus reglamentos, es cuando atribuye a Belcebú las obras más manifiestas del Espíritu de Dios. Debemos elegir entre el espíritu fariseo que le dice a Cristo: "¿Con qué autoridad haces estas cosas?" y el espíritu de la verdad que, cuando ve la luz, viene a la luz y dice: Dios está aquí.
E. Bersier, Sermones, segunda serie, pág. 61.
Referencias: Marco 11:27 ; Marco 11:28 . Preacher's Monthly, vol. iv., pág. 98. Marco 11:27 . HM Luckock, Footprints of the Son of Man, pág.
249. Marco 11:29 . Preacher's Monthly, vol. iv., pág. 53. Marco 11:30 . Revista homilética, vol. x., pág. 99. Marco 11:27 . E. Cooper, Practical Sermons, vol.
i., pág. 47. Marcos 11-13 AB Bruce, El entrenamiento de los doce, p. 329. Marco 12:1 . Revista homilética, vol. vii., pág. 40. Marco 12:1 . R. Calderwood, Las parábolas, pág. 317; AB Bruce, La enseñanza parabólica de Cristo, p.
447; HM Luckock, Footprints of the Son of Man, pág. 254; W. Hanna, La vida de nuestro Señor en la Tierra, pág. 382. Marco 12:6 . Revista homilética, vol. ix., pág. 284. Marco 12:10 . Ibíd., Vol. xiii., pág. 145. Marco 12:10 ; Marco 12:11 .
Preacher's Monthly, vol. iv., pág. 108. Marco 12:10 . Homiletic Quarterly, vol. v., pág. 318. Marco 12:15 . FO Morris, Christian World Pulpit, vol. xxvii., pág. 195.