Comentario bíblico del sermón
Marco 14:63,64
La Deidad de Cristo.
I. En cierta ocasión muy importante, Cristo mismo afirmó Su Deidad de una manera que no podía ser mal entendida. Él permitió que lo mataran bajo el cargo de blasfemia. En la coyuntura más solemne y en las circunstancias más solemnes, aceptó un título, cuya aceptación, como bien sabía, sería considerada y tratada como blasfema. La conclusión es inevitable.
Si Cristo es Dios, todo el procedimiento está de acuerdo con los hechos del caso y con la posición que asumió. Si Cristo no es Dios, debo dejar que usted se forme su propia opinión sobre su carácter.
II. La negación de la Deidad de Cristo implica consecuencias de las cuales la mayoría de nosotros deberíamos evitar las consecuencias que afectan la naturaleza y el carácter de la Deidad misma. (1) En la suposición de que Cristo era un mero hombre, o un ser creado, que se alió con la naturaleza humana, la suposición adicional se vuelve inevitable, que en la eternidad pasada Dios vivió en un aislamiento solitario y sin compañía.
(2) La negación de la Deidad de Cristo limita y deteriora la capacidad divina de manifestar amor al hombre. Si Jesucristo fue simplemente un hombre perfecto, y no el Hijo eterno del Padre, ¿cuánto le costó a Dios separarse de Él? nada, que yo pueda ver. El autosacrificio consistió en la entrega de Su Hijo. (3) Si Cristo no es Dios, no puedo evitar la inferencia de que Dios ha hecho todo lo que está en su poder para transferir mi afecto del Creador a la criatura.
Leí en la Biblia que Dios es un Dios celoso; y que el honor que es suyo no permitirá que se le dé a otro; y que ha hecho? En esas Escrituras, que son la revelación de Su mente y voluntad, Él ha tomado todos los grandes títulos que le pertenecen a Él y los ha puesto sobre Cristo. Todo está hecho para que los zarcillos de mi afecto humano se entrelacen alrededor de Jesucristo. El corazón debe estar helado hacia Dios, que no reconoce en Jesucristo al Hijo eterno del Padre eterno.
G. Calthrop, Penny Pulpit, nueva serie, No. 798.
Referencias: Marco 14:64 . Spurgeon, Sermons, vol. xxviii., No. 1643. Marco 14:67 . JM Neale, Sermones en Sackville College, pág. 219. Marco 14:67 .
AB Bruce, The Training of the Twelve, págs. 469, 489; HM Luckock, Footprints of the Son of Man, pág. 338. Marco 14:72 . Spurgeon, My Sermon Notes: Gospels and Hechos, pág. 83; Ibíd., Morning by Morning, pág. 212. Marco 15:1 .
W. Hanna, La vida de nuestro Señor en la Tierra, pág. 485; HM Luckock, Footprints of the Son of Man, pág. 343. Marco 15:2 . Ibíd, pág. 349. Marco 15:15 . Revista del clérigo, vol. viii., pág. 150. Marco 15:15 .
Beecher, Sermones, 1870, pág. 104. Marco 15:17 . Expositor, tercera serie, vol. iv., pág. 200; JM Neale, Sermones en Sackville College, vol. i., pág. 266. Marco 15:17 ; Marco 15:18 .
Revista del clérigo, vol. iv., pág. 224. Marco 15:20 . El púlpito del mundo cristiano, vol. v., pág. 232. Marco 15:20 ; Marco 15:21 . Spurgeon, Sermons, vol. xxviii., núm. 1683.