Marco 3:1

Nota:

I. El significado de la mano seca. Fue una imagen verbal de esa debilidad, cualquiera que sea, que destruye el poder de un hombre de hacer cualquier cosa bien en este mundo nuestro. Allí había un hombre que tenía una mano seca. Esa mano derecha, como la describe San Lucas, despojada de su sustento, colgada impotente en una honda, era una imagen de todo lo que priva a un hombre del poder de la obra santa y lo convierte en una incumbencia, si no en una travesura, en la obra de Dios. gran reino.

(1) La intolerancia de los fariseos los hizo inútiles en el gran reino de Dios y destruyó su poder de servir a Cristo. (2) Los prejuicios marchitan algunas de las energías de los hombres. (3) Las inconsistencias pasadas a menudo debilitan el poder del servicio. (4) Los pecados que acosan fácilmente paralizarán la utilidad de cualquier hombre que no libere la guerra contra ellos con sinceridad, fe y oración. (5) El miedo al hombre es otra de las silenciosas influencias fulminantes que restringen la utilidad y apagan nuestro celo.

II. La curación de la mano seca. Cristo vino a este mundo no solo para liberar al hombre de la esclavitud del pecado, sino para emancipar todas sus facultades para el servicio santo, para fortalecer todas sus facultades, para convocarlo a trabajar mientras es de día. Gritó con palabras que son preservadas por tres evangelistas: "Extiende tu mano", e inmediatamente esa mano que no tenía poder en sí misma, que ninguna habilidad humana podía curar, sintió de inmediato que se le había dado una energía divina.

La fuerza divina se perfeccionó en su debilidad, y se completó igual que la otra. Hay tres lecciones de valor práctico que podemos aprender de esta narración: (1) Podemos reunir la disposición de Cristo para sanar, ya que Él siempre nos está buscando; Su ojo siempre está examinando nuestra necesidad; Él conoce nuestras imperfecciones y defectos como ningún otro puede hacerlo, y es capaz y está dispuesto a eliminar todo lo que obstaculiza e impide la libertad de nuestra vida espiritual.

(2) Podemos aprender la forma en que debemos hacer uso de la fuerza Divina. Cuando el hombre quiso extender su mano, Dios quiso en él; la comunicación de la fuerza divina le fue concedida en el mismo momento en que decidió obedecer la voluntad de Cristo. Esto es solo un tipo de lo que ocurre cada vez que un pecador trata de apoderarse y apropiarse de las promesas de Dios o de la fuerza de Dios. (4) Aquí está la gran regla por la cual, en todo momento, podemos vencer nuestra apatía e inutilidad en el servicio de Dios.

Es por nuestro propio esfuerzo vigoroso para superar el debilitamiento de nuestras facultades que probaremos el valor de las promesas divinas. Extienda nuestras manos, tratemos de servir a nuestro Maestro; y trabajemos mientras es de día, porque llega la noche.

HR Reynolds, Notas de la vida cristiana, p. 207.

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