Mateo 13:29

La comparación aquí y en otros lugares establecida entre la gran comunidad mixta del hombre y el reino vegetal presenta muchos puntos de paralelismo llamativo y obvio. Sembrando la semilla que crece hasta la cosecha, la implacable universalidad de la cosecha, la separación final.

I. Esta vida presente es un tiempo de mezcla. Tome una familia un hogar y vea qué diversidad de carácter presenta. Tan completa es la mezcla, que la mayor parte sería imposible decidir si pertenecen a la clase indicada como trigo o cizaña. Y no estamos llamados a hacerlo. "Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega". Y nada es más arrogante y presuntuoso, nada puede estar menos en armonía con el Espíritu de Cristo, que la manera gratuita y perentoria en que algunos se pronuncian sobre este asunto anticipándose al veredicto del Todopoderoso, y trazando una línea de demarcación que hasta ahora. no existe en ningún otro lugar que en la mente de Dios.

II. Pero ni este crecer juntos continúa por mucho tiempo, ni esta incapacidad de discriminar se extiende al Buscador de Corazones. "El Señor conoce a los que son suyos". Él arregla las circunstancias más complejas que influyen en nuestras vidas. Desentraña de inmediato todas las complejidades de nuestros motivos mezclados, imperfectos y enredados; y de inmediato detecta si deben asignarse al egoísmo y al autoengrandecimiento, oa los generosos principios de amor, honor e integridad que Cristo ha enseñado.

Y así como ahora con un ojo infalible distingue a sus súbditos leales de los demás, de aquí en adelante con mano infalible apartará la paja del trigo. Y esta es la gran cosecha que es el fin del mundo.

III. La gran lección práctica que se relaciona con esta contemplación de la gran cosecha es esta: que si nuestra última hora puede compararse con la recolección del trigo, sea buena o mala, así la hora presente es para cada uno de nosotros. un tiempo para crecer y madurar.

WH Brookfield, Sermones, pág. 239.

Referencias: Mateo 13:30 . Preacher's Monthly, vol. VIP. 189; RDB Rawnsley, Village Sermons, tercera serie, pág. 43.

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