Mateo 13:3

Las parábolas del reino.

I. Tomando todas estas siete parábolas juntas, observe, primero, el hecho de que nuestro Señor, al describir el reino de los cielos, usó deliberadamente muchas parábolas, y aquellas sorprendentemente diferentes entre sí. El reino de los cielos es una cosa multifacética, y hay muchas formas de verlo, todas las cuales pueden ser verdaderas, aunque difieren mucho.

II. El reino de los cielos, como Cristo lo expuso, es el Evangelio, la palabra de salvación, predicada en todas partes, pero recibida de la manera más diversa como en la primera parábola; es el Evangelio, verdadero, puro y genuino en su comienzo, pero rápidamente entremezclado en su crecimiento con imitaciones falsas y funestas como en la segunda parábola.

III. Pero si es evidentemente el Evangelio, es como evidentemente la Iglesia, la forma exterior y visible, que crece de menos a más, que encarna ante los ojos de los hombres el principio de vida que la anima, que testifica por su rápido crecimiento a el maravilloso vigor de ese principio oculto como en la tercera parábola, de la semilla de mostaza.

IV. Pero el reino de los cielos también es una fuerza moral, la fuerza de los principios morales y sociales. Es una levadura que trabaja siempre hacia el exterior mientras haya alguna sociedad humana sobre la que trabajar; una levadura que trabaja mucho más allá de los límites visibles de la Iglesia, aunque produce en todas partes un cambio parcial como en la cuarta parábola, de la levadura oculta.

V. Pero, por último, el reino de Cristo es Cristo mismo, el verdadero tesoro, el gran objeto de deseo; solo por el bien de quien cualquier adquisición externa es valiosa; sin embargo, por cuya causa la pérdida de todas las cosas fue en verdad ganancia. Es Cristo mismo, el Salvador personal, encontrado y apropiado a cualquier precio como en la quinta y sexta de nuestras parábolas.

VI. La disposición séptuple da a entender que debemos buscar una cierta unidad de plan y una ejecución completa de estas parábolas. Significa que representan entre ellos todos los aspectos posibles del cristianismo; y también representan en su orden y disposición el desarrollo histórico del cristianismo desde el principio hasta el final. Los poetas y los filósofos han escrito sobre las siete edades del hombre. Creo que podemos hablar con mucha más certeza de las siete etapas por las que pasa el reino de los cielos hacia su estado final.

R. Winterbotham, Sermones y exposiciones, pág. 108.

Referencias: Mateo 13:4 . Preacher's Monthly, vol. iv., pág. 62; G. Matheson, Momentos en el monte, pág. 149.

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