Comentario bíblico del sermón
Proverbios 2:10,11
I. Si miramos la enseñanza de las Escrituras sobre el tema de la humildad cristiana, encontramos que sus dos características principales son: (1) desconfianza en uno mismo y en la sabiduría puramente humana; (2) confianza y gratitud a Dios como el Dador de todos los buenos dones. De estas cualidades, cuando se llevan a la práctica, brotan la modestia, la tolerancia y la consideración en nuestro trato con los demás; una devoción y adoración a Aquel a quien reconocemos que todo lo que tenemos es debido.
La humildad cristiana, entonces, en su acepción más amplia, es el atributo tanto de un buen ciudadano como de un buen cristiano. Resume, por así decirlo, y reúne en un enfoque ese deber hacia el hombre y el deber hacia Dios que nuestro Señor mismo, el modelo estándar de humildad, declaró que era la suma total de la práctica cristiana. Es la gracia suprema de toda relación de la vida humana: en el joven y en el anciano, en el maestro y en el aprendiz, en el amo y en el sirviente, en el padre y en el niño, en los consejos de los estadistas, en los ajetreados escenarios de la mercadería y la industria, o en el juego de los niños pequeños.
II. Por supuesto, no suponemos que la humildad, a diferencia de cualquier otra virtud, no tenga límites. La obediencia puede ser servil e irracional; la modestia puede cubrir un rehuir la responsabilidad; el autosacrificio puede ser incluso quijotesco e inútil. La humildad infantil es en verdad una corona del carácter humano, un ingrediente necesario en la perfección humana; pero puede que no se interponga en el camino del celo cristiano por los objetos elevados y nobles; no puede obstaculizar el camino del deber cristiano fomentando la debilidad y la indecisión.
No rehuyas la autoafirmación en la causa del bien una vez que hayas comprobado que es la causa del bien y no la causa del yo; No permitas que la humildad te detenga la mano del arado cuando hay un suelo duro y áspero de vidas malas y malos hábitos que romper, miseria que aliviar, degradación que crecer y los mismos gérmenes de la civilización que implantar; en ese gran campo de trabajo, ya sea en tierras paganas lejanas, o en medio de escenas apenas menos paganas en casa, donde los obreros son tan pocos y el trabajo tan grande, y donde hay mucho que hacer para preparar la tierra antes de que pueda haber incluso una lejana esperanza de cosecha.
TL Papillon, Oxford y Cambridge Undergraduates 'Journal, 28 de febrero de 1884.
Referencia: Proverbios 2:10 , R. Wardlaw, Lectures on Proverbs, vol. i .. p. 64.