Romanos 11:36
36 Porque de él y por medio de él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.
El gobierno creativo y providencial de Dios.
I. Todas las cosas son de Dios. Todo el bien es de Dios por autoría, todo el mal es de Dios por permiso. En las grandes cosas de la redención, todas las cosas son enfáticamente de Dios. Porque no hay vida espiritual en el alma de un hombre caído. Si alguna vez vive es a través de la energía vivificante del Espíritu Santo de Dios. Estimula la oración y el deseo de orar; Da la habilidad de orar; Sus misericordias anhelaban sobre nosotros; de modo que envió a su Hijo amado a morir por los transgresores. Y su justicia aceptó una ofrenda vicaria, y su fidelidad está comprometida para echar fuera a ninguno que venga a él por medio de Cristo.
II. Todas las cosas son por Dios. Consideramos que el primer hecho se refiere a la creación; el segundo meramente a la providencia de Dios. Puesto que Dios está por encima de todo lo humano, ¿por qué deberíamos imaginar que la escala en la que estimamos las proporciones es aquella en la que Él las estima, de modo que lo que consideramos grande o pequeño es igualmente contado por Dios? Creemos en la providencia de Dios que se extiende a todos los hogares, se lanza a cada individuo, participa en todos los negocios y se preocupa por cada dolor y accesorio de cada gozo. Todas las cosas son a través de Dios y también de Dios.
III. Todas las cosas son para Dios y conducen de una manera u otra a la gloria de Dios. Aunque a nuestra oscura razón muchas cosas parecen más bien de Dios, sin embargo, el día del juicio descubrirá que el tributo se rinde fielmente y se exige hasta el último céntimo, tanto del pecado que se ha despreciado, como de la culpa que ha buscado el perdón a través de la ley. Sangre del redentor
H. Melvill, Penny Pulpit, No. 1914.
Referencias: Romanos 11:36 G. Brooks, Five Hundred Outlines, p. 37; Spurgeon, Mañana a mañana, pág. 322.