Salmo 23:2

Ahora tenemos que hacer sólo con Cristo en aguas de quietud, las que Él hace para nosotros, las que Él escoge para nosotros, y hacia las cuales Él solo Él nos guía.

I. Has tenido que ver con cambios dolorosos. Los rostros se han alterado; muchos se han ido. Ha habido extrañas mudanzas. Ha habido cambios de suerte. Todo ha sido sacudido. Apenas puedes estar seguro de nada. Deja que Jesús te lleve y te haga conversar un rato con las grandezas de lo inmutable y lo inmortal; con las eternidades de la verdad; con la tranquilidad de lo invisible; con el mismo.

II. O has tenido una gran alegría y es demasiado para ti. Incluso la marea de tu felicidad es demasiado alta. Te sientes oprimido por tus misericordias. Deja que Él agregue compostura a tu deleite y haga de los ríos del éxtasis lo que deberían ser, "aguas de quietud", porque una mente tranquila es esencial para la pureza del gozo. Un futuro de gran expectativa puede ser casi tan inquietante para la mente como un futuro de miedo, a menos que Él mezcle Su paz con el fluir pleno de la vida entrante. Muchas aguas brillan, pero solo Sus aguas están siempre quietas.

III. Observe una o dos formas en las que puede cultivar una mente tranquila. (1) No busques la tranquilidad. No busques la paz. Pero busca a Cristo. (2) Sigue a Cristo dondequiera que te lleve. Él te está conduciendo a la quietud, y solo lo lograrás si lo sigues implícitamente. (3) Entrégate a Su dirección. (4) A medida que avanzas, date cuenta de que estás comprometido en todo, tanto espiritual como temporalmente. (5) Cristo es paz. Se han convertido en partícipes de Su naturaleza. Tu ser se identifica con el suyo. Y eres paz simplemente porque Él es paz.

J. Vaughan, Sermones, décima serie, pág. 29.

Referencias: Salmo 23:2 . Obispo Thorold, La presencia de Cristo, p. 39; MG Pearse, Algunos aspectos de la vida bendecida, pág. 213. Salmo 23:2 ; Salmo 23:3 . G. Matheson, Momentos en el monte, pág. 67; G. Bainton, Christian World Pulpit, vol. xii., pág. 5.

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