Comentario bíblico del sermón
Salmo 26:8
I. En los días de David, así como de Salomón y sus descendientes, los judíos piadosos consideraban la morada local de la casa de Dios como el lugar donde habitaba Su honor, y este lugar que el salmista en el texto dice que amaba. En verdad, los judíos piadosos sabían que el cielo era el trono de Dios y la tierra el estrado de sus pies, y que, por lo tanto, ninguna casa construida con manos podía contenerlo; pero aun así, era parte del sistema religioso de la Ley considerar este centro como la morada peculiar de Dios, y por eso todos los judíos decían que Jerusalén era el lugar donde los hombres debían adorar.
La ruptura de la antigua Ley, lo sabemos, cambió esto. La adoración cristiana pura y sincera es aceptable para Dios en todas partes, y ningún lugar distinto puede hacer aceptable la adoración que no sea pura y sincera.
II. Si ha de haber un amor real y duradero por nuestras iglesias en el corazón de los hombres cristianos, debe ser porque creemos que son centros de la vida cristiana a través de la gracia de Dios. Ninguna belleza externa, ningún deseo de mejorar el exterior de la religión puede servir si hay podredumbre interior. Amar al Señor Jesucristo, adherirnos a esas doctrinas sencillas y sencillas del Evangelio que se establecen en el Nuevo Testamento, debe ser la fuerza de nuestra Iglesia reformada. A esto, sus ministros y su pueblo están comprometidos por su misma declaración de que depositan todas sus esperanzas en la pura palabra de Dios.
AC Tait, Christian World Pulpit, vol. iv., pág. 33.
I. "Señor, he amado la habitación de tu casa", porque allí aprendí por primera vez a conocerte a mí mismo ya ti.
II. Allí aprendí de la manera más rica el significado de Tu disciplina y encontré la fuerza para resistir.
III. Allí fui guiado a la labor más noble, bendita y fecunda, al servicio que es la libertad absoluta, al trabajo que es el perfecto descanso.
IV. Allí, yo y aquellos a quienes más he amado hemos tenido una dulce y fructífera comunión; y allí cimentamos una unión que, cuando la familia en la tierra se rompa, se renovará eternamente en el cielo.
J. Baldwin Brown, The Sunday Afternoon, pág. 141.
Referencias: Salmo 26:8 . J. Baldwin Brown, The Sunday Afternoon, págs. 133, 150; J. Aldis, Christian World Pulpit, vol. xvi., pág. 273; G. Brooks, Outlines of Sermons, pág. 250. Salmo 26:9 . Spurgeon, Sermons, vol. ix., No.
524; Ibíd., Evening by Evening, pág. 267; G. Brooks, Outlines of Sermons, pág. 243. Salmo 26 I. Williams, The Psalms Interpreted of Christ, pág. 454.