Comentario bíblico del sermón
Salmo 34:19,20
I. "Grandes son las angustias del justo", y ¿quién fue tan justo como Jesucristo? ¡No es de extrañar que sus problemas fueran tan grandes, porque todos hemos contribuido con algo a ellos! Con ella lo afligió Jehová en el día del ardor de su ira contra nuestros pecados. Si esos problemas no fueran nada para nosotros, bien podríamos sentir compasión por ellos; tal como están las cosas, también podemos sentir remordimientos por ellos.
II. "El Señor lo librará de todos". Los fariseos y los gobernantes no lo creían así; en su gran confianza lo desafiaron al cumplimiento de este dicho, como una prueba crucial de sus pretensiones. Y en lo que respecta a este mundo de experiencia común, Él no fue liberado de Sus problemas. Entonces, ¿cómo fue entregado? Por la muerte, que tiene vida eterna para los justos, fue librado de todas sus angustias. El último enemigo lo rescató de las manos de todos sus otros enemigos, pero el último enemigo sólo recibió a su prisionero real para convertirse a la vez en su cautivo y engrandecer su triunfo.
III. Para que no tengamos ninguna duda de que Jesucristo es el Justo del que habla el salmista, agrega: "Él guarda todos sus huesos", etc. San Juan señala de Él que los soldados rompieron las piernas de los demás, pero no el suyo, y testificó que esto sucedió para que se cumpliera la Escritura. Este incidente marcó el carácter providencial de todo lo que le sucedió a nuestro Señor. Incluso en Su muerte mostró que toda la malicia del hombre estaba siendo anulada para fines divinos.
R. Winterbotham, Sermones y exposiciones, pág. 81.
Referencias: Salmo 34 A. Maclaren, Life of David, págs. 86, 139. Salmo 35:3 . Spurgeon, Sermons, vol. vii., núm. 384; Ibíd., Evening by Evening, pág. 65. Salmo 35:13 .
H. Melvill, Penny Pulpit, nº 2086. Salmo 35 J. Hammond, Expositor, primera serie, vol. iv., p, 64; Ibíd., Segunda serie, vol. vii., pág. 7. Salmo 36:5 ; Salmo 36:6 . Homiletic Quarterly, vol. i., pág. 108.