HOMBRES TONCOS SILENCIADOS

"Porque así es la voluntad de Dios, que con el bien hacéis acallar la ignorancia de los necios".

1 Pedro 2:15

Los discípulos de Cristo no deben esperar que les vaya mejor que a su Maestro. Los hombres dirán toda clase de maldad contra ellos falsamente por causa de Él, malinterpretarán sus principios y motivos, tergiversarán sus acciones y palabras, exagerarán sus debilidades y magnificarán sus inconsistencias.

I. Los que hablan contra ellos son hombres ignorantes y necios. —Ese es un consuelo. Tales conversadores no comprenden al cristiano en sus dificultades y conflictos, aspiraciones, metas, éxitos y fracasos. Nunca se han sentido así, como para simpatizar y callarse. Son tontos al no tener tales objetivos, al juzgar a los cristianos por su propia ignorancia, al hablar en contra de lo excelente de la tierra, al carecer ellos mismos de sabiduría salvadora. Sin embargo, el cristiano puede sentirse irritado por el hecho mismo de que tiene que sufrir por la ignorancia, y también por los necios; sin embargo, debería compadecerse más que irritarse.

II. La ignorancia de los tontos puede ser silenciada. —Esta ignorancia, la peor, la más pertinaz y desesperada. Puede que no estén convencidos, pero pueden ser silenciados, como si la suya fuera la sinrazón y la ignorancia de las bestias brutas.

III. No con palabras, ni con bolígrafo, ni con argumentos ni con réplicas. —No respondas al necio según su necedad. El bien hacer solo los silencia; en todas las relaciones de la vida, especialmente en las más públicas, como ciudadanos y súbditos de la monarquía y la magistratura, en el cumplimiento del deber político y el goce del privilegio político, en el ejercicio de nuestra libertad cristiana, actuando en todos cosas como siervos de Dios y para el bien de los hombres, como miembros de la sociedad que honran a todos, respetan lo que es bueno en todos, como miembros de una iglesia, amando a los hermanos, temiendo a Dios. Los hechos son cosas tercas. Incluso los hombres ignorantes y necios no pueden superar el "hacer el bien".

IV. Es la voluntad de Dios que esto se haga. —No es una cuestión de política o prudencia mundana para comodidad personal. No nos atrevemos a ser indiferentes por nuestro propio bien, ni por el de ellos, ni por el de Cristo. No solo están involucrados nuestro consuelo y utilidad, sino también su salvación y el honor de Cristo. Puede que no sea de nuestro agrado hacer el bien. Que sea la voluntad de Dios debería ser suficiente.

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