FE Y CONCIENCIA

"Manteniendo el misterio de la fe en una conciencia pura".

1 Timoteo 3:9

Habiendo disertado sobre el oficio de un obispo, San Pablo procede a hablar de las calificaciones de un clérigo —porque la referencia no puede limitarse al diácono— y es significativo que coloque una fe consciente en lo más alto de su lista.

I. La fe y la conciencia pura van de la mano — Ambas son necesarias y no es necesario decidir los límites de sus respectivos dominios. San Pablo los había unido en su cargo directo del mismo Timoteo. Ahora los une nuevamente al declarar sus calificaciones para el primer paso en el ministerio. Una buena conciencia es el elemento natural en el que existe una fe sana. Por tanto, el hombre que deliberadamente aparta de él lo primero se vuelve incapaz de sostener lo segundo, o al menos se pone en gran peligro de hacer naufragar. Una fe verdadera no puede vivir en un corazón impuro, aunque pueda estar dormida e inactiva.

II. La pureza de conciencia es un elemento importante para determinar nuestra creencia en doctrinas como la Encarnación y la Expiación. Lo mismo puede decirse de cualquier concepto de Dios que incluya la idea de la santidad como parte de su carácter. Es cierto que todas nuestras ideas de santidad son relativas e imperfectas, como lo son las enseñanzas de la conciencia misma; pero, ¿qué idea de la belleza, la excelencia y la santidad puede ser formada por alguien cuyo corazón y conciencia están contaminados, o cómo puede tal persona formarse algún concepto de la santidad de Aquel que es de ojos más puros que contemplar la iniquidad?

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad