LA CASA DE LA ALABANZA

Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, pequeños y grandes. Y oí como la voz de una gran multitud, y como la voz de muchas aguas, y como la voz de fuertes truenos, que decía: Aleluya, porque el Señor Dios omnipotente reina.

Apocalipsis 19:5

Qué fácil es decir las palabras. Con cuánta facilidad salen de los labios de muchos a los que se les llama por el nombre de Jesucristo. ¡Qué fácil es cantar Aleluya! qué difícil realmente alabar a Dios; cuán difícil es darnos cuenta de lo que le debemos a Dios.

Sin embargo, Dios nos ha dado muchas ayudas.

I. Desde el principio, los santos hombres y mujeres santas han apartado lugares para Dios. —Los han separado de todos los usos comunes. Y tratará, ¿no es así, de recordar que la iglesia es la casa de Dios? Me atrevería a decir que has visto a un niño pequeño que no podía hablar ir y recoger una simple flor, y luego ponerla en las manos de su madre, enterrar su rostro en su regazo y besarla. Bueno, esa florecita es lo que la Iglesia es para nosotros.

A veces sentimos que no podemos alabar a Dios; no tenemos el poder para adorarlo. Esperamos con ansias el día en que con los santos lo alabemos por los siglos de los siglos. Pero ahora no podemos; por eso traemos este lugar a Dios; lo ponemos en Sus manos y decimos: 'Esto es lo mejor que podemos dar. ¡Aleluya! Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Te lo ofrecemos y te lo presentamos, oh Dios santísimo, oh Dios todopoderoso. ¡Aleluya!' Y todo lo que hacemos por nuestro Dios bueno y misericordioso siempre trae una bendición.

II. Una iglesia nos ayuda elevándonos por encima de esta vida. —Sabes que este mundo es muy hermoso, pero tiene su lado oscuro. Hay momentos de depresión para todos nosotros, y por lo tanto es bueno que haya en cada parroquia un hermoso edificio que se levante como si estuviera entre Dios y el hombre, para que todos puedan venir aquí en silencio, y si no El servicio está en marcha. Pueden mirar este edificio y ver que esta es la señal entre Dios y él. '¡Aleluya!' dice: "El Señor Dios omnipotente reina".

III. Otra ayuda de una iglesia es esta. —Qué fácil es envolvernos en las cosas de este mundo. La iglesia eleva la mente y el corazón hacia el cielo, y en adoración agradecida unimos nuestras voces a las de la multitud angelical y decimos: 'Aleluya, porque el Señor Dios omnipotente reina'.

Obispo GH Wilkinson.

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