EL MINISTERIO

"El ministerio que he recibido del Señor Jesús".

Hechos 20:24

Estas palabras del encargo de San Pablo al clero efesio que lo conoció en Mileto hablan de un ministerio y de Aquel que comisionó a los hombres para que lo ejercieran en Su Iglesia.

I. La obra del ministerio. — 'El ministerio que he recibido del Señor Jesús.' Las palabras implican un trabajo que debe realizar un sirviente, un servicio que debe prestar. Se significa la dedicación y devoción de una vida al más noble y elevado de los llamamientos. De ahora en adelante debe haber una unicidad de propósito, una concentración de pensamiento, de deseo y propósito, sobre un objeto por parte de aquellos que asumen sobre sí mismos el ejercicio de este ministerio. 'Esta única cosa que hago' es ser el lema del ministro de Jesucristo.

II. El gozo del ministerio — Hasta ahora me he referido a la responsabilidad que nos incumbe como ministros de Cristo. No olvido el hecho de que existe el lado del privilegio y la bendición más allá de todo lo que podemos concebir. Existe el gozo de la comunión con nuestro Maestro en el objeto que, de todos los demás, es más querido por Aquel que vino a buscar y salvar a los perdidos, y que invita a Sus pastores con diligencia a alimentar los rebaños que se les han encomendado.

También está el gozo, que no puede haber nada más grande en este mundo, de ser usado por Dios para consolar las almas de su pueblo y ayudarlos en su camino al cielo. Y este gozo se concederá en gran medida a los siervos de Cristo de todo corazón y de un solo propósito en su ministerio, un gozo en el que nadie puede entrometerse y que, mientras dure, hará que nuestros días sean como los días del cielo sobre la tierra. tierra.'

III. La fuente del ministerio — Las palabras 'que he recibido del Señor Jesús' indican la fuente de la cual tenemos nuestras comisiones. "Nadie se toma este honor para sí mismo, sino el que es llamado por Dios". Mientras recibimos nuestro ministerio de Él, lo ejercemos en nombre de nuestros hermanos. Si lo cumplimos, no tenemos nada de qué gloriarnos; porque nos ha sido impuesta la necesidad.

Rev. FK Aglionby.

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