LA EPÍSTOLA A LOS ROMANOS.
San Pablo es el escritor más copioso, profundo y luminoso de todos los santos apóstoles. Se llama a sí mismo "menos que el más pequeño de todos los santos", pero Crisóstomo lo llama el más grande de los santos; y fue considerado por toda la humanidad como un prodigio de talentos. Ha creado un nuevo mundo de lenguaje alegre e iluminado para la iglesia. Dejando a un lado la retórica de las escuelas, habla con lo sublime de la elocuencia y la sabiduría.
Penetra en las profundidades de la religión, desarrolla las sombras de la ley y cita a los profetas en un modo superior de argumentación. Su corazón y su mente eran fuentes de elocuencia, fluyendo con una corriente impetuosa. Se apoya en sus argumentos con admirable exuberancia de pensamiento y cierra con plena convicción en la mente. La oposición guarda silencio en su presencia. Cada batalla con los fariseos fue una victoria, y cada competencia con la filosofía gentil fue un triunfo.
San Pedro atribuye la sabiduría divina de sus epístolas al don de Dios, porque de hecho, cuando se pesan y estudian sus epístolas, debemos admitir que ningún hombre podría alcanzar esa sabiduría sin la inspiración divina.
El orden cronológico de sus epístolas, según lo establecido en el Testamento impreso en Mons, bajo la sanción papal, se da en la primera columna, el del arzobispo Usher en la segunda.
Mons. Ujier. 1 A los Tesalonicenses 52 54 d.C. 2 A los Tesalonicenses 52 54 A los Gálatas 56 58 1 A los Corintios 57 60 2 A los Corintios 57 60 A los Romanos 57 60 A los Filipenses 62 64 A Filemón 62 d.C. 64 A los Colosenses 62 64 A los Efesios 62 64 A los Hebreos 62 64 1 A Timoteo 66 65 A Tito 66 65 2 A Timoteo 66 66
Los rabinos que arreglaron los pergaminos de Isaías han puesto las palabras fuertes y sublimes que pronunció cuando los dos reyes aliados invadieron Judea, al principio de sus profecías, aunque pronunciadas en medio de su ministerio. Jerónimo, que vivió en Roma antes de convertirse en obispo de Milán, ha hecho lo mismo con respecto a la epístola a los romanos; y como Roma era la ciudad imperial, podría hacerlo con más gracia. Pero leer estas epístolas en su orden cronológico se puede hacer con alguna ventaja.