Eleva tu oración por el remanente que queda

Oración eficaz

I. LA PERSONA QUE DEBÍA PARTICIPAR EN LA OBRA DE INTERCESIÓN Fue una de gran eminencia en la Iglesia y la comunidad, un gran y buen hombre, un profeta del Señor, y alguien que fue complacido con peculiar cercanía a Él. Las personas de piedad eminente no se contentarán con las solicitudes ordinarias al trono de la gracia; buscarán hasta encontrar, y lucharán hasta vencer. Este fue un día de angustia, como lo llama Ezequías; y por tanto, debería ser un día de oración.

La intercesión es el deber de todos los santos. Pero aquí los ministros deben tomar la iniciativa. Son los centinelas de la Iglesia y los que recuerdan a Dios. Sedequías, quien en un tiempo arrojó al profeta Jeremías a un calabozo, en otro momento deseó interesarse en sus súplicas y le envió mensajeros, diciendo: "Ruega ahora al Señor nuestro Dios por nosotros". Y Dios a menudo perdona a los impíos por causa de los justos y en respuesta a sus peticiones, así como la intercesión de Abraham fue aceptada por los habitantes de Sodoma.

II. AQUELLOS POR QUIENES SE PIDIÓ QUE ORAra EL PROFETA fueron “el remanente que quedó”; un cierto número conocido por Dios, y que permaneció después de que el resto fuere esparcido o destruido. Esto debería enseñarnos que aunque en nuestras oraciones no debemos olvidarnos de nadie, debemos estar particularmente atentos a nuestros hermanos cristianos, especialmente cuando estamos en un estado de adversidad. Nos conviene también estar atentos a las calamidades públicas y nacionales, así como a las personales y privadas, y difundirlas ante el Señor en oración y súplica.

III. Hay algo observable en cuanto a LA FORMA EN QUE SE PIDE LA INTERCESIÓN DEL PROFETA. "Eleva tu oración". Esta forma expresiva de hablar puede enseñarnos a recordar:

1. Que el glorioso objeto de la oración es infinitamente exaltado.

2. La condición baja y mezquina del adorador.

3. El secreto de la oración, de acuerdo con la dirección de nuestro Señor, "Cuando ores, entra en tu aposento", etc. Elevar una oración puede denotar lo mismo que expresa David al elevar el alma a Dios, en una eyaculación mental y silenciosa.

4. La importunidad y el ardor de la oración. Al elevar nuestra oración a Dios, nuestro afecto debe elevarse, aunque nuestra voz sea baja y débil.

5. La espiritualidad y la mentalidad celestial de la persona comprometida.

6. Audacia y confianza, acompañadas de la esperanza de ser escuchado y respondido.

7. El fin adecuado de la oración, que no es acercarnos al Ser Divino, sino a nosotros mismos a Él. ( B. Beddome, MA )

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