Donde no hay consejo, la gente cae.

El valor del consejo

Los reyes y gobernantes tienen especial necesidad de consejo. Cuando un gobernante está rodeado de buenos consejeros, él y su pueblo están a salvo. Podemos rastrear esta verdad en el ascenso y la caída de las naciones. El consejo de Dios es una de nuestras ayudas más valiosas, y el texto nos dice que no lo descuidemos. El hombre tiende a extraviarse. Su juicio a veces se engaña; mientras que sus afectos se corrompen y su voluntad no se gobierna.

I. ¿Por qué necesitamos un consejo? La primera razón se encuentra en la peculiar naturaleza de los males a los que estamos expuestos. El pecado tiene una influencia extrañamente engañosa sobre aquellos a quienes tienta. Aquí hay una gran necesidad de consejos sabios, que puedan reforzar la voz de la conciencia descuidada. El asesoramiento también es necesario como consecuencia de las circunstancias especiales en las que nos encontramos. Estamos envueltos en dificultades de las que otros deben rescatarnos. "Donde no hay consejo, la gente cae".

II. ¿Dónde vamos a buscar consejo? No debemos pedirlo excepto cuando realmente lo necesitemos. Estar siempre sin saber qué hacer a menos que nos “aconsejen” es una característica de una vida que generalmente se gasta con poco propósito. El secreto de un recorrido útil por el mundo reside en cierta medida de autosuficiencia. En otras ocasiones, cuando se busca un consejo, hay una conclusión inevitable, y un hombre solo desea que se confirmen sus propios puntos de vista.

Un consejo fuera de su lugar, en lugar de ser una ayuda, es casi un obstáculo para tomar una decisión correcta. No es seguro acudir indiscriminadamente a todo tipo de personas con una declaración de nuestras dificultades y súplicas para que nos aconsejen para afrontarlas. Esta disposición es la evidencia de una mente débil y una voluntad indecisa. No hay seguridad real en el abogado buscado en el confesionario. La sabiduría suprema llega a nosotros con la mayor fuerza cuando fluye a través del canal de corazones estrechamente ligados al nuestro.

III. Cómo seguir un consejo. El peligro de sentir resentimiento por un consejo, cuando es desagradable, es algo con el que todos estamos más o menos familiarizados. Aquellos que dan consejos siempre deben ser puros en su autorización para hacerlo. Pero cuanta más experiencia tenga un hombre, menos dispuesto estará a dar consejos no solicitados. Los hombres rara vez son lo suficientemente cuidadosos en su forma de dar consejos desagradables. Hay un espíritu y una manera en algunos consejos que no está en la naturaleza humana soportar.

Pero debemos tener cuidado de no sentirnos disgustados con otros cuyos consejos recibimos, simplemente porque no nos gustan. No todos son buenos consejeros que tratan de liderar, y no podemos probar con demasiada atención las palabras de los consejos que, por todas partes, se nos dicen. Cuando tengamos dudas sobre su valor, debemos sopesarlos en la balanza del santuario de Dios; y si no hablan conforme a su ley, es porque no hay verdad en ellos. El Gran Consejero siempre está interesado en nosotros. La confianza en la ayuda de arriba se verifica por la experiencia de todos los hombres buenos. ( A. MacEwen, DD .)

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad