El ilustrador bíblico
Proverbios 19:14
Y la esposa prudente es del Señor.
Se necesita dirección divina en la elección de una esposa
En la elección de una esposa, primero busque la dirección Divina. Hace unos treinta y cinco años, cuando Martin Farquhar Tupper instó a los hombres a orar antes de decidirse por la asociación matrimonial, la gente se rió. Y algunos de ellos han vivido para reír del otro lado de la boca. La necesidad de la dirección divina Argumento por el hecho de que tantos hombres, y algunos de ellos fuertes y sabios, han arruinado sus vidas en esta coyuntura.
Testigo de Sansón y la mujer de Timnat. Testigo de Sócrates, picoteado del histórico Xantippe. Testigo de Ananías, un mentiroso, que tal vez podría haber sido curado por un cónyuge sincero, pero que se casó con un mentiroso tan grande como él: Safira. Testigo de John Wesley, uno de los mejores hombres que jamás haya existido, unido a una de las mujeres más miserables, que se sentaba en City Road Chapel haciéndole bocas mientras él predicaba. Sea testigo de la miseria connubial de John Ruskin, el gran ensayista de arte, y Frederick W.
Robertson el gran predicador. En este mar de matrimonios, donde tantos han naufragado, ¿no tengo razón al aconsejar el pilotaje divino? Especialmente se necesita una súplica devota debido al hecho de que la sociedad está tan llena de artificialidades que los hombres son engañados en cuanto a con quién se van a casar, y nadie más que el Señor lo sabe. Después de que la modista, la modista, el joyero, el ajustador de cabello, el maestro de danza y el arte cosmético hayan completado su trabajo, ¿cómo puede un hombre poco sofisticado descifrar los jeroglíficos fisiológicos y hacer un juicio preciso de quién? ¿A quién ofrece mano y corazón? Eso es lo que hace a tantos maridos recreativos.
Hacen un contrato matrimonial honorable, pero los bienes entregados son muy diferentes de la muestra por la que negociaron. Simplemente fueron estafados. Confundieron a Jezabel con Evangeline de Longfellow y a Lucretia Borgia con Martha Washington. ( T. De Witt Talmage. )