El ilustrador bíblico
Proverbios 4:27
No te vuelvas a la derecha ni a la izquierda.
Conducta religiosa y moral
Cualquiera que sea la creencia de los hombres, generalmente se enorgullecen de poseer algunas buenas cualidades morales. El sentido del deber está profundamente arraigado en el corazón humano. Pero como hay una lucha constante entre las partes inferiores y superiores de nuestra naturaleza, entre la inclinación y los principios, esto produce mucha contradicción e inconsistencia en la conducta. De ahí surgen la mayoría de los extremos en los que se encuentran los hombres en su comportamiento moral.
Uno de los primeros y más comunes de esos extremos es el de colocar toda virtud en la justicia por un lado o en la generosidad por el otro. Ambas clases de hombres llegan a un extremo defectuoso. La perfección de nuestro carácter social consiste en templar adecuadamente los dos entre sí; en mantener ese curso intermedio que admite ser justos sin ser rígidos, y nos permite ser generosos sin ser injustos.
A continuación, debemos protegernos contra una severidad demasiado grande o una facilidad de modales demasiado grande. El que se inclina hacia el lado de la severidad es severo en sus censuras y estrecho en sus opiniones. El extremo opuesto es más peligroso: el de una gran facilidad y acomodación a las costumbres de los demás. Un hombre así ve a cada personaje con una mirada indulgente. Nada, en la conducta moral, es más difícil que evitar girar aquí, ya sea a la derecha oa la izquierda; para conservar un medio justo.
La verdadera religión nos obliga a perseguir el difícil pero honorable objetivo de unir la buena naturaleza con un principio religioso fijo, los modales afables con la virtud intacta. Además, llegamos a un extremo cuando despreciamos por completo las opiniones de la humanidad; a otro, cuando cortejamos sus elogios con demasiado entusiasmo. El primero descubre un alto grado de orgullo y presunción. Este último delata el servilismo de espíritu.
Aquel que extingue toda consideración por los sentimientos de la humanidad suprime un incentivo para las obras honorables y elimina uno de los controles más fuertes del vicio. Aquel que está movido únicamente por el amor a la alabanza humana, invade el respeto superior que le debe a la conciencia y a Dios. Por tanto, la virtud a menudo se falsifica y las verdades religiosas se han disfrazado o representado injustamente para adecuarse a los gustos populares.
Luego existe el peligro de llegar al extremo de la ansiedad acerca de los intereses mundanos por un lado y de la negligencia por el otro. También debemos ser advertidos contra el extremo de participar en un curso de vida demasiado ajetreado y apresurado, o de estar dedicado a alguien demasiado jubilado y desempleado. Estamos formados para una mezcla de acción y retirada. Modere los negocios con una meditación seria y anime el retiro con los retornos de la acción y la industria.
Estudiemos para lograr un carácter regular, uniforme, consistente, donde nada que sea excesivo o desproporcionado saldrá a la vista. No volviéndonos ni a la derecha ni a la izquierda, nos acercaremos, en la medida en que lo permita nuestra fragilidad, a la perfección del carácter humano. ( Hugh Blair, DD ).