Mi carne se estremece de miedo a Ti; y tengo miedo de tus juicios.

La carne temblorosa

I. El salmista, en esta sección, contempla la ira de Dios contra los pecadores (versículos 118, 119). Luego, aparentemente, su pensamiento pasa a su propio caso y lo que probablemente sea su propia sentencia. Le perturba la contemplación de ese juicio agudo que debe sufrir el día en que su alma saldrá del cuerpo.

II. La expresión que usa es muy notable. "Mi carne tiembla de miedo a Ti". Cuando el cuerpo de un hombre revela su miedo, lo domina bastante.

III. ¿No es éste un temor servil, impropio del cristiano que se ha entregado para ser discípulo de nuestro Señor?

1. Hay, sin embargo, entre los cristianos profesantes quienes, al continuar débilmente en algún mal hábito, se han reducido a la condición del servilismo.

2. Hay cristianos profesantes que no tienen ningún pecado mortal de tipo mortal, que sin embargo continúan sin fervor y sin hacer ningún progreso en la vida espiritual. Saben que tienen muchas faltas, pequeñas faltas a los ojos del mundo, pero que, cuando se toleran, hacen que la vida sea completamente diferente a la de Cristo. Ellos consienten en estos. No importa mucho cuál sea el defecto de carácter, lo lamentable es que no hay un esfuerzo fiel y persistente para conquistarlo. Dondequiera que se encuentre un alma así, bien puede estar impregnada de un miedo servil al contemplar el juicio, porque ese tipo de ofensores no encontrarán misericordia el día de su sentencia.

3. Hay muchos más que deberían sentir un temor servil a la ira de Dios cuando contemplan seriamente sus vidas porque no están haciendo todo lo que pueden para quitar sus pecados.

IV. Los que más fervientemente procuran prepararse para el juicio del último día son los que más tiemblan al pensar en ese juicio. Y para las almas muy fervientes deja de ser un miedo servil porque confían cada vez más sin reservas en la misericordia divina. El secreto de la perfecta confianza es la perfecta desconfianza en uno mismo. Y no hay nada que ayude más a la comprensión de la indignidad de uno que la contemplación del justo juicio de Dios tal como lo revela en las Sagradas Escrituras. ( Arthur Ritchie. )

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