Aparta de mí el camino de la mentira, y concédeme tu ley en gracia.

Mintiendo

I. La facultad de mentir. El hombre tiene la facultad de tergiversar los hechos y de engañar a los hombres. La mera posesión de esta facultad no es necesariamente incorrecta; todo depende de los motivos que lo inspiran y de los usos a los que se dirige.

II. La profesión de mentir. La mayoría de las mentiras venales surgen de los siguientes estados erróneos del corazón.

1. Miedo.

2. Vanidad.

3. Codicia.

4. Ambición.

III. El hábito de mentir.

1. Popular. ¡Qué raros son los verdaderos hombres en este mundo de farsa!

2. Peligroso. Es contrario a la salud moral, está plagado de peligros y conduce a la ruina moral. ( Homilista. )

¿Pero no tenía ya David la ley?

Sin duda, no quería el Libro de la Ley: lo escuchó, lo leyó, lo profesó; sí, de alguna manera lo entendió. Entonces, ¿qué es lo que anhela? Ciertamente, para que la ley pudiera estar tan impresa en su corazón, que pudiera abolir esa vanidad natural y el engaño del pecado, que lo lleva a la ofensa de Dios. Una petición necesaria para estos días; donde el conocimiento de la Palabra es muy grande, pero el celo, la vida espiritual y el sentimiento del corazón de los hombres no le responden.

Piensan que todo está bien, en que públicamente lo profesan. Lo escuchan con sus oídos; lo hablan con la boca; lo leen en sus libros finamente encuadernados; aunque en ese deber muchos también fracasan. Pero ciertamente cuando creen que lo tienen, lo quieren; siempre y cuando no esté impreso en la tabla de su corazón, para enmarcar sus movimientos, afectos y acciones conforme a él. Y esto es lo que David anhela aquí. ( Obispo Cowper. )

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