Si alguno habla, hable como los oráculos de Dios; si alguno ministra, hágalo según la capacidad que Dios da: para que Dios sea glorificado en todas las cosas por medio de Jesucristo, a quien sea alabanza e imperio por los siglos de los siglos. Amén.

Ver. 11. Si alguien habla ] es decir, predique. Cada sonido no es música, así que tampoco cada discurso desde el púlpito es una predicación.

Como los oráculos de Dios ] Esos oráculos vivos y vivificantes, las Sagradas Escrituras. Estos debe exponerlos con toda seriedad y sinceridad, no buscándose a sí mismo, ni exponiendo su propio ingenio y elocuencia, poniendo la espada del Espíritu en una vaina de terciopelo, que no pueda pinchar ni traspasar el corazón. Loquamur verba Scripturae (dice Ramus) utamur sermone Spiritus sancti; denique divinam sapientiam et linguam nostra infantia et sophistica ne corrigamus: i.

mi. Hablemos las mismas palabras de la Escritura, usemos el discurso del Espíritu Santo; y no pensar en corregir la divina sabiduría y elocuencia con nuestro balbuceo y sofistería. No nos corresponde a nosotros aceptarlo con Dios; sus cosas santas deben manejarse sancte magis quam scite (como dijo una vez a la vestal lasciva), es decir, con temor y reverencia más que con ingenio y coqueteo.

Que Dios da ] Χορηγει, generosamente y magníficamente.

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