Un torrente de fuego brotó y salió de delante de él; miles de miles le servían, y diez mil veces diez mil estaban delante de él: se estableció el juicio y se abrieron los libros.

Ver. 10. Una corriente de fuego brotó y brotó de delante de él. ] El último y gran juicio debe ser necesariamente muy terrible, donde, además de que los impíos darán cuenta con todo el mundo en llamas alrededor de sus oídos, la ley por la que serán juzgados es una ley de fuego, Deu 33: 2 el tribunal de fuego , Eze 1:27 el juez un fuego consumidor; Heb 12:29 sus asistentes encendidos serafines; su súplica a los pecadores será en llamas de fuego; 2 Tesalonicenses 1: 8 la prueba de sus obras será por fuego; 1Co 3:13 el lugar de castigo, un lago de fuego, alimentado con temperamento atormentador y encendido por el soplo del Señor.

Isa 30:33 Bien que "los pecadores en Sion tengan miedo, y espanto sorprenda a los hipócritas"; Bien podrán huir, si al menos saben adónde, con estas palabras en la boca: "¿Quién de nosotros habitará con este fuego devorador? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?" Isaías 33:14

Mil miles le servían. ] Hay una innumerable compañía de ángeles, Heb 12:22 y cuando Cristo venga a juzgar al mundo, los traerá a todos con él, sin que quede ni uno solo en el cielo, Mat 16:27 para que pueda tener su ayuda en la sentencia y ejecución del juicio. 1 Cor 6: 2-3

El Juez se sentó, una y los libros fueron abiertos.] Los términos tomados de los juicios entre los hombres, en donde se leen las acusaciones, se producen las pruebas, las leyes también se consideran. Los libros que se abrirán aquí son los registros de Dios y el registro de la conciencia. Quae scripta sunt non atramento sed flagitiorum inquinamento, dice Ambrosio, que no se escriben con tinta, sino con la inmundicia del pecado.

Entonces miré a causa de la voz de las grandes palabras. ] Como el Anticristo será juzgado por sus blasfemias, así serán todos los impíos por sus duros discursos, Jueces 1:15 sí, por sus palabras inútiles. Mateo 12:36

a Sedendo et quiescendo anima fit prudens. - Aristot. Physic., Lib. vi.

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