Y se pusieron manos a la obra para él solo, y para ellos solos, y para los egipcios que comían con él, solos; porque los egipcios no podían comer pan con los hebreos; porque eso es una abominación para los egipcios.

Ver. 32. Porque los egipcios no podían comer, etc. ] Tal era su orgullo y superstición. Tal era el odio entre los judíos y los samaritanos: como es poco menos en este día entre los papistas y los protestantes. Si un protestante da gracias por su comida, aunque esto no ahuyenta al católico de su cena, que fue en su pérdida, debe abstenerse de decirle amén. Como en el otro lado, algunos católicos romanos no darán las gracias, aunque sea en su propia mesa, cuando haya un protestante presente; pensando que era mejor dejar a Dios desatendido, que que un protestante se uniera para servirle.

a No nos retienen mejor que a los perros, peor que a los turcos o los judíos, a los malditos herejes, a los malditos cautivos, indignos de vivir en la tierra de Dios, que no sirven más que para el fuego y el maricón. Es cierto que cualquiera que en esta nueva fe y servicio haya terminado con esta vida, está en el infierno con toda seguridad, dice Bristow, en su 36º motivo. No puede ser que un luterano tan moribundo pueda escapar de la condenación del infierno, dice Coster el jesuita; si miento, que me condenen con Lucifer. b ¿No son ahora los hebreos de Dios una abominación absoluta para estos egipcios romanos?

una de Sandys Relación de Occidente. Relig., Sec . 32.

b Coster, resp. ad Enchirid. Osiand., Propos. 8.

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