De modo que hacen que venga a él el clamor de los pobres, y él oye el clamor de los afligidos.

Ver. 28. Para que provoquen el clamor de los pobres, etc. A éstos los obligan, con sus opresiones, a lavar la tierra con sus lágrimas ya importunar al cielo con sus quejas, como lo expresa Senault. Los impíos, por así decirlo, llevan a Dios los gritos de los pobres oprimidos, y así atraen sobre sí mismos la destrucción inevitable, porque él es el patrón del pobre y escucha el clamor de los afligidos.

El Gran Signior quiere que el mundo se dé cuenta de que los que se lamentan por él seguramente recibirán reparación y socorro de él. Por lo cual también se llama a sí mismo, Awlem Penawh, El refugio del mundo, un título mucho más apropiado para el Dios del cielo que para cualquier monarca terrenal, si fuera mucho más misericordioso que el Gran Turco, de cuya cortesía, ofrecida libremente, Lutero se bendijo a sí mismo. con un Deus me tueatur a tali beneficie a Domino, Dios me defienda de un Señor tan bondadoso (Joh. Maul. loc. com.).

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