Los judíos le respondieron, diciendo: Por buena obra no te apedreamos; sino por blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios.

Ver. 33. Pero por blasfemia ] Estos eran santos perseguidores, al menos en apariencia. Entonces Maximiniano pensó que la sangre de los cristianos sería un sacrificio aceptable para sus dioses. Christianum sanguinem Diis victimam esse gravissimam. (Tertul.) Entonces Francisco II de Francia y Felipe II de España tenían la misma opinión de los luteranos en sus dominios. El celo sin conocimiento es como el temple de un caballo ciego.

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