Y he aquí, toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogó a lo que iba a salir fuera de sus contornos.

Ver. 34. Le rogaron que se fuera ] Esto era una locura tan grande, como desear, porque habían sido quemados por el sol, no podrían ver más de él. Y sin embargo, ¡cuántos, ay, hay en este día que claman desde esta locura, y sin embargo la imitan! ¡Cuántos que prefieren el haram domesticam arae dominicae, como se quejó hace mucho tiempo, una pocilga ante un santuario! (Petr. Blessensis.) Ahora somos gergesitas, dijo aquel mártir en los días de la reina María, que preferiría perder a Cristo que a nuestros porkets.

Toma tu cruz es una palabra dura; por lo tanto, se debe orar a Cristo para que se vaya, no sea que todos nuestros cerdos se ahoguen. El diablo volverá a morar en el yo de muchos hombres en lugar de en sus cerdos. Por tanto, al diablo irán y habitarán con él, etc. Así, el señor Bradford. Y, ¡oh, con qué justicia castigará Cristo un día a todos los gadarenos indignos! ¡Apartaos de mí, malvados!

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