4-7 Se exponen algunos de los efectos de la caridad, para que sepamos si tenemos esta gracia; y para que, si no la tenemos, no descansemos hasta tenerla. Este amor es una prueba clara de la regeneración, y es una piedra de toque de nuestra fe profesada en Cristo. En esta hermosa descripción de la naturaleza y los efectos del amor, se pretende mostrar a los corintios que su conducta había sido, en muchos aspectos, un contraste con él. La caridad es un enemigo absoluto del egoísmo; no desea ni busca su propia alabanza, ni el honor, ni el beneficio, ni el placer. No es que la caridad destruya toda consideración hacia nosotros mismos, o que el hombre caritativo deba descuidarse a sí mismo y a todos sus intereses. Pero la caridad nunca busca lo suyo en perjuicio de los demás, ni descuida a los demás. Siempre prefiere el bienestar de los demás a su ventaja privada. ¡Qué amable y bondadosa es la caridad cristiana! Cuán excelente sería el cristianismo para el mundo, si los que lo profesan estuvieran más bajo este principio divino, y prestaran la debida atención al mandamiento en el que su bendito Autor puso el principal énfasis. Preguntemos si este amor divino habita en nuestros corazones. ¿Nos ha guiado este principio para que nos comportemos con todos los hombres? ¿Estamos dispuestos a dejar de lado objetos y objetivos egoístas? He aquí un llamado a la vigilancia, a la diligencia y a la oración.

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