La iglesia de Corinto tenía algunos judíos, pero sobre todo gentiles, y el apóstol tuvo que enfrentarse a la superstición de los primeros y a la conducta pecaminosa de los segundos. La paz de esta iglesia se vio perturbada por los falsos maestros, que socavaron la influencia del apóstol. El resultado fueron dos partidos: uno que defendía con ahínco las ceremonias judías, y otro que se entregaba a los excesos contrarios al Evangelio, a los que les llevaban especialmente el lujo y los pecados que prevalecían a su alrededor. Esta epístola fue escrita para reprender algunas conductas desordenadas, de las que el apóstol había sido informado, y para dar consejo sobre algunos puntos en los que los corintios solicitaban su juicio. Por lo tanto, el alcance era doble. 1. Aplicar remedios adecuados a los desórdenes y abusos que prevalecían entre ellos. 2. Dar respuestas satisfactorias en todos los puntos sobre los que se había solicitado su consejo. Es muy notable la dirección y la dulzura cristiana, pero a la vez la firmeza, con la que el apóstol escribe y pasa de las verdades generales a oponerse directamente a los errores y a la mala conducta de los corintios. Expone la verdad y la voluntad de Dios, en cuanto a diversos asuntos, con gran fuerza de argumentación y animación de estilo. 
 (1) Saludo y acción de gracias. (1-9) Exhortación al amor fraternal y reprimenda por las divisiones. (10-16) La doctrina de un Salvador crucificado, como promoción de la gloria de Dios, (17-25) y humillación de la criatura ante él. (26-31)

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