29-34 Acab hizo lo malo sobre todo lo que reinó antes que él, y lo hizo con una enemistad particular tanto contra Jehová como contra Israel. No estaba satisfecho con romper el segundo mandamiento mediante el culto a la imagen, rompió el primero al adorar a otros dioses: al alzar la luz de los pecados menores, se abre paso a mayores. Los matrimonios con delincuentes audaces también se envalentonan en la maldad y apresuran a los hombres a los mayores excesos. Uno de los súbditos de Acab, siguiendo el ejemplo de su presunción, se aventuró a construir Jericó. Al igual que Acán, se entrometió con la maldita cosa; volvió eso a su propio uso, que estaba dedicado al honor de Dios: comenzó a construir, desafiando la maldición bien dedicada al honor de Dios: comenzó a construir, desafiando la maldición bien conocida en Israel; pero ninguno endureció su corazón contra Dios y prosperó. Dejemos que la lectura de este capítulo nos haga marcar el terrible final de todos los trabajadores de la iniquidad. ¿Y qué ofrece la historia de todos los hombres impíos, en qué rango o situación se mueven, sino ejemplos tristes de lo mismo?

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