1-7 Dios se adapta maravillosamente a los hombres para el trabajo para el que los diseña. Los tiempos eran aptos para un Elijah; un Elijah era apto para ellos. El Espíritu del Señor sabe cómo adaptar a los hombres para las ocasiones. Elías le hizo saber a Acab que Dios estaba disgustado con los idólatras, y los castigaría por falta de lluvia, lo cual no estaba en el poder de los dioses que servían para otorgar. Elijah recibió la orden de esconderse. Si la Providencia nos llama a la soledad y al retiro, nos toca irnos: cuando no podemos ser útiles, debemos ser pacientes; y cuando no podemos trabajar para Dios, debemos sentarnos quietos para él. Los cuervos fueron designados para traerle carne, y así lo hicieron. Dejemos que aquellos que tienen de boca en boca, aprendan a vivir de la Providencia y confíen en ella por el pan del día, en el día. Dios pudo haber enviado ángeles para ministrarle; pero eligió demostrar que puede cumplir sus propios propósitos con las criaturas más malas, tan efectivamente como con los más poderosos. Elijah parece haber continuado así más de un año. El suministro natural de agua, que vino por providencia común, falló; pero el milagroso suministro de comida, asegurado por promesa, no falló. Si los cielos fallan, la tierra falla, por supuesto; tales son todas nuestras comodidades: las perdemos cuando más las necesitamos, como arroyos en verano. Pero hay un río que alegra la ciudad de Dios, que nunca se seca, un pozo de agua que brota a la vida eterna. ¡Señor, danos esa agua viva!

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