11-16 La juventud de los hombres no será despreciada, si se guardan de las vanidades y locuras. Los que enseñan con su doctrina, deben enseñar con su vida. Su discurso debe ser edificante; su conversación debe ser santa; deben ser ejemplos de amor a Dios y a todos los hombres buenos, ejemplos de mentalidad espiritual. Los ministros deben tener en cuenta estas cosas como su principal trabajo y negocio. Por este medio, su beneficio aparecerá en todas las cosas, así como a todas las personas; esta es la manera de beneficiarse en el conocimiento y la gracia, y también de beneficiar a otros. La doctrina de un ministro de Cristo debe ser bíblica, clara, evangélica y práctica; bien expuesta, explicada, defendida y aplicada. Pero estos deberes no dejan tiempo libre para los placeres mundanos, las visitas insignificantes o las conversaciones ociosas, y muy poco para lo que es mera diversión y sólo ornamental. Que cada creyente sea capaz de dejar que su provecho aparezca ante todos los hombres; buscando experimentar el poder del evangelio en su propia alma, y producir sus frutos en su vida.

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