15-24 El apóstol se libra de la acusación de frivolidad e inconstancia, al no acudir a Corinto. Los hombres de bien deben cuidarse de mantener la reputación de sinceridad y constancia; no deben resolverse, sino con una cuidadosa reflexión; y no cambiarán a menos que sea por razones de peso. Nada puede hacer que las promesas de Dios sean más seguras: el hecho de que las haya dado por medio de Cristo, nos asegura que son sus promesas; así como las maravillas que Dios realizó en la vida, resurrección y ascensión de su Hijo, confirman la fe. El Espíritu Santo hace que los cristianos se mantengan firmes en la fe del Evangelio: la vivificación del Espíritu es una garantía de vida eterna; y los consuelos del Espíritu son una garantía de alegría eterna. El apóstol deseaba ahorrarse la culpa que temía sería inevitable, si hubiera ido a Corinto antes de saber el efecto que produjo su anterior carta. Nuestra fuerza y capacidad se deben a la fe; y nuestro consuelo y gozo deben fluir de la fe. Los santos temperamentos y los frutos de gracia que acompañan a la fe, aseguran que no haya engaño en un asunto tan importante.

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