5-11 Había luchas en el exterior, o continuas contiendas con, y oposición de judíos y gentiles; y había temores en el interior, y gran preocupación por los que habían abrazado la fe cristiana. Pero Dios consuela a los que están abatidos. Debemos mirar por encima y más allá de todos los medios e instrumentos, a Dios, como el autor de todo el consuelo y el bien que disfrutamos. El dolor según la voluntad de Dios, que tiende a la gloria de Dios, y que es obrado por el Espíritu de Dios, hace que el corazón sea humilde, contrito, sumiso, dispuesto a mortificar todo pecado y a caminar en una vida nueva. Y este arrepentimiento está relacionado con la fe salvadora en Cristo y con el interés en su expiación. Hay una gran diferencia entre este dolor de tipo piadoso y el dolor del mundo. Se mencionan los frutos felices del verdadero arrepentimiento. Donde el corazón es cambiado, la vida y las acciones serán cambiadas. El arrepentimiento produjo indignación contra el pecado, contra ellos mismos, contra el tentador y sus instrumentos. Produjo un temor de vigilancia, y un temor cauteloso del pecado. Produjo el deseo de reconciliarse con Dios. Produjo el celo por el deber y contra el pecado. Generó la venganza contra el pecado y su propia locura, al tratar de satisfacer los daños causados por ellos. La profunda humildad ante Dios, el odio a todo pecado, con la fe en Cristo, un nuevo corazón y una nueva vida, hacen el arrepentimiento para la salvación. Que el Señor lo conceda a cada uno de nosotros.

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