1-10 En estos y otros eventos similares, debemos reconocer la obra secreta de Dios, disponiendo a los hombres para cumplir sus propósitos respetándolos. Jehú fue ungido rey sobre Israel, por elección especial del Señor. El Señor todavía tenía un remanente de su pueblo, y aún conservaría su adoración entre ellos. De esto se recordó a Jehú. Se le ordenó destruir la casa de Acab, y, en la medida en que actuó en obediencia a Dios, y sobre los principios correctos, no necesitaba considerar el reproche ni la oposición. El asesinato de los profetas de Dios se nota con fuerza. Jezabel persistió en la idolatría y enemistad hacia Jehová y sus siervos, y su iniquidad ahora estaba llena.

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