11-21 Cristo, la gloriosa Cabeza de la Iglesia, es descrito sobre un caballo blanco, emblema de la justicia y la santidad. Tiene muchas coronas, porque es Rey de reyes y Señor de señores. Está revestido de una vestidura bañada en su propia sangre, con la que adquirió su poder como Mediador; y en la sangre de sus enemigos, sobre los que siempre prevalece. Su nombre es "El Verbo de Dios"; un nombre que nadie conoce plenamente sino él mismo; sólo sabemos que este Verbo fue Dios manifestado en la carne; pero sus perfecciones no pueden ser comprendidas plenamente por ninguna criatura. Los ángeles y los santos le siguen, y son como Cristo en su armadura de pureza y justicia. Las amenazas de la palabra escrita las va a ejecutar sobre sus enemigos. Las insignias de su autoridad son su nombre; afirmando su autoridad y poder, advirtiendo a los príncipes más poderosos que se sometan, o deberán caer ante él. Los poderes de la tierra y del infierno hacen su máximo esfuerzo. Estos versos declaran acontecimientos importantes, predichos por los profetas. Estas personas no fueron excusadas porque hicieron lo que sus líderes les ordenaron. ¡Cuán vano será el alegato de muchos pecadores en el gran día! Seguimos a nuestros guías; ¡hacemos lo que vemos hacer a los demás! Dios ha dado en su palabra una regla por la que caminar; ni el ejemplo de los más, ni el de los principales, deben influir en nosotros de manera contraria: si hacemos lo que hacen los más, debemos ir donde van los más, incluso al lago ardiente.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad