9-14 Las bendiciones se dieron a conocer a los creyentes, al mostrarles el Señor el misterio de su voluntad soberana, y el método de redención y salvación. Pero éstas debían estar siempre ocultas para nosotros, si Dios no las hubiera dado a conocer por su palabra escrita, su evangelio predicado y su Espíritu de verdad. Cristo unió en su persona a las dos partes que diferían, Dios y el hombre, y satisfizo la injusticia que causó la separación. Por medio de su Espíritu, ha hecho las gracias de la fe y del amor, por las que somos uno con Dios y entre nosotros. Él dispensa todas sus bendiciones, según su beneplácito. Su divina enseñanza llevó a quien quiso a ver la gloria de esas verdades, que otros fueron dejados para blasfemar. ¡Qué graciosa promesa es ésta, que asegura el don del Espíritu Santo a los que se lo piden! Las influencias santificadoras y consoladoras del Espíritu Santo sellan a los creyentes como hijos de Dios y herederos del cielo. Estas son las primicias de la santa felicidad. Para esto fuimos hechos y para esto fuimos redimidos; éste es el gran designio de Dios en todo lo que ha hecho por nosotros; que todo sea atribuido a la alabanza de su gloria.

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