15-21 Otro remedio contra el pecado es el cuidado, o la precaución, ya que es imposible mantener la pureza de corazón y de vida. El tiempo es un talento que nos ha dado Dios, y se malgasta y se pierde cuando no se emplea según su designio. Si hemos perdido nuestro tiempo hasta ahora, debemos duplicar nuestra diligencia para el futuro. De ese tiempo que miles de personas en un lecho de muerte redimirían con gusto al precio del mundo entero, ¡qué poco piensan los hombres, y a qué nimiedades lo sacrifican diariamente! La gente es muy propensa a quejarse de los malos tiempos; sería bueno que eso los incitara más a redimir el tiempo. No seáis imprudentes. La ignorancia de nuestro deber, y el descuido de nuestras almas, muestran la mayor insensatez. La embriaguez es un pecado que nunca va solo, sino que lleva a los hombres a otros males; es un pecado muy provocador para Dios. El borracho ofrece a su familia y al mundo el triste espectáculo de un pecador endurecido más allá de lo común, y que se apresura a la perdición. Cuando estemos afligidos o cansados, no busquemos levantar el ánimo con la bebida fuerte, que es odiosa e hiriente, y sólo termina por hacer sentir más las penas. Pero, mediante la oración ferviente, procuremos estar llenos del Espíritu, y evitemos todo lo que pueda contrariar a nuestro bondadoso Consolador. Todo el pueblo de Dios tiene motivos para cantar de alegría. Aunque no estemos siempre cantando, deberíamos estar siempre dando gracias; nunca debería faltarnos disposición para este deber, como nunca nos falta materia para ello, a lo largo de toda nuestra vida. Siempre, incluso en las pruebas y aflicciones, y por todas las cosas; estando satisfechos de su intención amorosa, y de su buena tendencia. Dios guarda a los creyentes de pecar contra él, y los compromete a someterse unos a otros en todo lo que ha ordenado, para promover su gloria, y cumplir sus deberes mutuos.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad