4-11 Vea cómo el orgullo de los hombres los engaña. El engaño de nuestros propios corazones aparece en nada más que en la presunción que tenemos de nosotros mismos y de nuestras propias actuaciones: contra las cuales debemos mirar y orar constantemente. Amán pensó que el rey amaba y no valoraba a nadie más que a sí mismo, pero fue engañado. Deberíamos sospechar que la estima que otros profesan por nosotros no es tan grande como parece, que no podemos pensar demasiado bien de nosotros mismos, ni confiar demasiado en los demás. ¡Cómo es golpeado Amán, cuando el rey le ordena honrar a Mardoqueo el judío, el hombre al que odiaba por encima de todos los hombres, cuya ruina estaba diseñando!

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