10-22 El arca era un cofre revestido de oro en el que se debían guardar las dos tablas de la ley. Estas tablas se llamaban el testimonio; en ellas, Dios testificaba su voluntad. Esta ley era un testimonio para los israelitas, para guiarlos en su deber, y sería un testimonio en su contra si la transgredían. Este arca se colocaba en el lugar santísimo; el sumo sacerdote rociaba la sangre de los sacrificios y quemaba incienso delante de ella, y sobre ella aparecía la gloria visible, que era el símbolo de la presencia divina. Esto era un tipo de Cristo en su naturaleza sin pecado, que no vio corrupción, en unión personal con su naturaleza divina, expiando nuestros pecados contra ella mediante su muerte. Los querubines de oro miraban uno hacia el otro, y ambos miraban hacia abajo hacia el arca. Esto denota la asistencia de los ángeles al Redentor, su disposición para hacer su voluntad, su presencia en las asambleas de los santos y su deseo de escudriñar los misterios del evangelio. Estaba cubierta con un recubrimiento de oro llamado el propiciatorio. Se dice que Dios moraba o se sentaba entre los querubines en el propiciatorio. Allí daría su ley y escucharía a los suplicantes, como un príncipe en su trono.

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