2-9 Que los creyentes sean de un mismo sentir y estén dispuestos a ayudarse mutuamente. Como el apóstol había encontrado el beneficio de su ayuda, sabía lo cómodo que sería para sus compañeros de trabajo tener la ayuda de otros. Procuremos dar la seguridad de que nuestros nombres están escritos en el libro de la vida. La alegría en Dios es de gran importancia en la vida cristiana; y los cristianos necesitan ser llamados a ella una y otra vez. Supera con creces todos los motivos de tristeza. Que sus enemigos perciban cuán moderados eran en cuanto a las cosas externas, y cuán serenamente sufrían las pérdidas y las dificultades. El día del juicio llegará pronto, con plena redención para los creyentes, y destrucción para los hombres impíos. Hay un cuidado de la diligencia que es nuestro deber, y que concuerda con una previsión sabia y una preocupación debida; pero hay un cuidado del temor y la desconfianza, que es pecado y locura, y que sólo desconcierta y distrae la mente. Como remedio contra la preocupación perpleja, se recomienda la oración constante. No sólo tiempos establecidos para la oración, sino en todo por la oración. Debemos unir las acciones de gracias con las oraciones y las súplicas; no sólo buscar el suministro de bienes, sino también poseer las misericordias que hemos recibido. Dios no necesita que le digamos nuestras necesidades o deseos; él los conoce mejor que nosotros; pero quiere que mostremos que valoramos la misericordia y que sentimos nuestra dependencia de él. La paz de Dios, el sentido confortable de estar reconciliados con Dios, y tener parte en su favor, y la esperanza de la bendición celestial, son un bien mayor de lo que se puede expresar. Esta paz guardará nuestros corazones y nuestras mentes por medio de Cristo Jesús; evitará que pequemos bajo los problemas, y que nos hundamos bajo ellos; nos mantendrá tranquilos y con satisfacción interior. Los creyentes deben obtener y conservar un buen nombre; un nombre para cosas buenas con Dios y con los hombres buenos. Debemos andar por todos los caminos de la virtud, y permanecer en ellos; entonces, sea nuestra alabanza de los hombres o no, será de Dios. El apóstol es un ejemplo. Su doctrina y su vida concuerdan. La manera de tener al Dios de la paz con nosotros, es mantenernos cerca de nuestro deber. Todos nuestros privilegios y salvación surgen en la libre misericordia de Dios; sin embargo, el disfrute de ellos depende de nuestra conducta sincera y santa. Estas son obras de Dios, que pertenecen a Dios, y sólo a él deben atribuirse, y a ningún otro, ni a los hombres, ni a las palabras, ni a los hechos.

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