10-28 El siervo de Abraham reconoció devotamente a Dios. Tenemos permiso para ser particulares al recomendar nuestros asuntos al cuidado de la Divina Providencia. Propone una señal, no que pretendiera no continuar, si no está satisfecho con ella; pero es una oración que Dios provea una buena esposa para su joven maestro; y esa fue una buena oración. Ella debe ser sencilla, trabajadora, humilde, alegre, servicial y hospitalaria. Cualquiera que sea la moda, el sentido común y la piedad nos dicen que estas son las calificaciones apropiadas para una esposa y una madre; para alguien que debe ser el compañero de su esposo, el gerente de asuntos domésticos, y que confía en formar la mente de los niños. Cuando el mayordomo vino a buscar una esposa para su amo, no fue a lugares de diversión y placer pecaminoso, y rezó para que pudiera encontrar una allí, sino al pozo de agua, esperando encontrar una allí empleada correctamente. Rezó para que Dios quisiera abrirse camino en este asunto claro y claro ante él. Nuestros tiempos están en la mano de Dios; no solo los eventos en sí, sino también los tiempos de ellos.

Debemos prestar atención a ser demasiado audaces al instar a lo que Dios debe hacer, para que el evento no debilite nuestra fe, en lugar de fortalecerla. Pero Dios lo poseía dejando claro su camino. Rebeca, en todos los aspectos, respondió a los personajes que buscaba en la mujer que iba a ser la esposa de su amo. Cuando llegó al pozo, bajó y llenó su jarra, y subió para irse a casa con ella. No soportaba mirar al extraño hombre de sus camellos, sino que se preocupaba por sus asuntos y no se habría desviado de ellos sino por la oportunidad de hacer el bien. Ella no curiosamente ni con confianza entabló un discurso con él, sino que le respondió con modestia. Satisfecho de que el Señor había escuchado su oración, le dio a la damisela algunos adornos usados ​​en países del este; preguntando al mismo tiempo respetando a su parentela. Al enterarse de que ella era de las relaciones de su amo, él inclinó la cabeza y adoró, bendiciendo a Dios. Sus palabras fueron dirigidas al Señor, pero al ser escuchadas por Rebeca, ella podía percibir quién era y de dónde venía.

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