26-31 Las exhortaciones contra la apostasía y a la perseverancia, son urgidas por muchas y fuertes razones. El pecado que aquí se menciona es una caída total y definitiva, cuando los hombres, con una voluntad y resolución plenas y fijas, desprecian y rechazan a Cristo, el único Salvador; desprecian y resisten al Espíritu, el único Santificador; y desprecian y renuncian al evangelio, el único camino de salvación, y las palabras de vida eterna. De esta destrucción, Dios da a algunos pecadores notorios, mientras están en la tierra, un temible presentimiento en sus conciencias, con la desesperación de poder soportarla o escapar de ella. Pero ¿qué castigo puede ser más doloroso que morir sin misericordia? Respondemos que morir con misericordia, por la misericordia y la gracia que han despreciado. Cuán terrible es el caso, cuando no sólo la justicia de Dios, sino su gracia y misericordia abusadas reclaman venganza. Todo esto no significa en lo más mínimo que las almas que se arrepienten del pecado queden excluidas de la misericordia, o que se les niegue el beneficio del sacrificio de Cristo, a quienes estén dispuestos a aceptar estas bendiciones. Al que viene a Cristo, de ninguna manera lo echará.

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