1-6 Aunque Pablo tenía derecho a recibir apoyo de las iglesias que plantó, y de la gente a la que predicó, sin embargo, trabajó en su vocación. Un oficio honesto, mediante el cual un hombre puede obtener su pan, no debe ser visto con desprecio por nadie. Los judíos tenían la costumbre de educar a sus hijos en algún oficio, aunque les dieran estudios o propiedades. Pablo tuvo cuidado de evitar los prejuicios, incluso los más irracionales. El amor de Cristo es el mejor vínculo de los santos; y las comuniones de los santos entre sí, endulzan el trabajo, el desprecio e incluso la persecución. La mayoría de los judíos persistían en contradecir el evangelio de Cristo, y blasfemaban. No querían creer ellos mismos, y hacían todo lo posible para que los demás no creyeran. En este momento, Pablo los abandonó. No abandonó su obra; porque aunque Israel no se reúna, Cristo y su evangelio serán gloriosos. Los judíos no podían quejarse, pues tenían la primera oferta. Cuando algunos se oponen al evangelio, debemos recurrir a otros. La pena de que muchos persistan en la incredulidad no debe impedir la gratitud por la conversión de algunos a Cristo.

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