17-25 No hay prisión tan oscura ni tan fuerte, pero Dios puede visitar a su pueblo en ella y, si le place, sacarlo de ella. Las recuperaciones de la enfermedad, las liberaciones de los problemas, se conceden, no para que podamos disfrutar de las comodidades de la vida, sino para que Dios sea honrado con los servicios de nuestra vida. No corresponde a los predicadores del Evangelio de Cristo retirarse a los rincones, mientras puedan tener alguna oportunidad de predicar en la gran congregación. Deben predicar a los más bajos, cuyas almas son tan preciosas para Cristo como las de los más grandes. Hablen a todos, porque todos están interesados. Hablen como aquellos que están resueltos a mantenerse en pie, a vivir y morir por ella. Hablad todas las palabras de esta vida celestial, divina, en comparación con la cual la presente vida terrenal no merece ese nombre. Estas palabras de vida, que el Espíritu Santo pone en vuestra boca. Las palabras del Evangelio son palabras de vida; palabras por las que podemos ser salvados. ¡Qué desdichados son los que se afligen por el éxito del evangelio! No pueden dejar de ver que la palabra y el poder del Señor están en contra de ellos; y tiemblan por las consecuencias, pero siguen adelante.

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