1-9 Tan mal informado estaba Saulo, que pensaba que debía hacer todo lo que pudiera contra el nombre de Cristo, y que con ello hacía un servicio a Dios; parecía respirar este propósito como su elemento. No perdamos la esperanza de la renovación de la gracia para la conversión de los mayores pecadores, ni perdamos la esperanza de la misericordia perdonadora de Dios para el mayor pecado. Es una señal del favor divino, si Dios, por la obra interior de su gracia, o por los acontecimientos exteriores de su providencia, nos impide proseguir o ejecutar propósitos pecaminosos. Saulo vio a ese Justo, Hechos 22:14; Hechos 26:13. ¡Qué cerca está de nosotros el mundo invisible! Basta con que Dios corra el velo, para que se presenten a la vista objetos, comparados con los cuales, lo más admirado en la tierra es mezquino y despreciable. Saulo se sometió sin reservas, deseoso de saber lo que el Señor Jesús quería que hiciera. Los descubrimientos que Cristo hace de sí mismo a las pobres almas son humillantes; las rebajan mucho, en pensamientos mezquinos de sí mismas. Durante tres días Saulo no tomó ningún alimento, y a Dios le pareció bien dejarlo durante ese tiempo sin alivio. Sus pecados fueron ahora puestos en orden ante él; estaba en la oscuridad respecto a su propio estado espiritual, y herido en el espíritu por el pecado. Cuando un pecador es llevado a un sentido apropiado de su propio estado y conducta, se arrojará totalmente a la misericordia del Salvador, preguntando qué quiere que haga. Dios dirigirá al pecador humillado, y aunque no suele llevar a los transgresores al gozo y la paz en la creencia, sin penas y angustias de conciencia, bajo las cuales el alma está profundamente comprometida en cuanto a las cosas eternas, sin embargo, felices son los que siembran con lágrimas, porque cosecharán con alegría.

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