17-23 Dios llama a su pueblo a pensar en las cosas que pertenecen a su paz eterna. Jerusalén había provocado a Dios, y fue hecho para probar las frutas amargas. Aquellos que deberían haber sido sus consoladores, eran sus propios atormentadores. No tienen paciencia para mantener la posesión de sus propias almas, ni confianza en la promesa de Dios, para mantener la posesión de su consuelo. Estás borracho, no como antes, con la copa embriagadora de las idolatrías de Babilonia, sino con la copa de la aflicción. Sepa, entonces, que la causa del pueblo de Dios puede parecer perdida por un tiempo, pero Dios la protegerá, convenciendo a la conciencia o confundiendo los proyectos de aquellos que luchan contra ella. Los opresores requerían que las almas fueran sometidas a ellos, para que cada hombre creyera y adorara como los quisiera. Pero todo lo que podían ganar con la violencia era que las personas eran llevadas a una conformidad hipócrita externa, porque las conciencias no pueden ser forzadas.

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