19-28 Juan niega ser el Cristo, que ahora se esperaba y se aguarda. Vino con el espíritu y el poder de Elías, pero no era la persona de Elías. Juan no era aquel profeta que Moisés dijo que el Señor les levantaría de entre sus hermanos, como él. No era el profeta que esperaban, que los rescataría de los romanos. Dio una descripción de sí mismo que podría excitarlos y despertarlos para que lo escucharan. Bautizó al pueblo con agua como profesión de arrepentimiento, y como signo externo de las bendiciones espirituales que les conferiría el Mesías, que estaba en medio de ellos, aunque no lo conocían, y a quien no eran dignos de prestar el más insignificante servicio.

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